miércoles, 25 de marzo de 2009


Acerca de porqué hablo mucho, aparentemente demasiado...


No sé si fué el miedo que siempre sentía a tu lado (que ese día no era tan fuerte) pero estuve a punto de decirte que no huyeras. Pensaba que el sólo hecho de irte profundizaría para siempre una distancia que ya era demasiado grande entre nosotros. Pero nó, vos siempre elegías el camino menos pensando y yo siempre elegía ese silencio tan determinante.

Y así, sin actuar como un tipo civilizado, sin decirte las palabras que en definitivamente te hubieran salvado, dejé que te fueras, por última vez. La última, la triste y última vez. Posiblemente pensando en que me hacías un favor, yo pensando en nada. Quizás convencida por mi silencio de que no me importabas, cuando ese mismo silencio en realidad te hablaba, te decía, te gritaba que te quedáras. Pero me quedé callado.

Después de eso, el ruido de la puerta, una frenada, las sirenas, mi incredulidad, tu cuerpo en la calle, y definitavamente ya no estabas.

Desde es momento no he dejado de hablarte. Cada instante lo relleno con palabras. Armo oraciones desesperadamente. Construyo una y otra vez ese diálogo que tendría que haber existido antes cuando todavía me mirabas. Porque fué mi silencio el que te quitó la vida y es ahora mi elocuencia la que busca recobrartela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario